lunes, 15 de diciembre de 2014

CUENTO: Mi pequeña historia de amor

MI PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR


          Me encanta pintar.
Pintar es uno de los pocos placeres que tengo en esta vida. Y decir “pocos” es muy literal.
Vivo en un pequeño pueblo a las afueras de una pequeña ciudad que muchas personas piensan es un pequeño pueblo… es gracioso si se lo ve desde esta perspectiva.
No me gusta salir de mi casa en lo absoluto. Es realmente irritante ver a todas esas personas caminando por todas partes. Todas alrededor mío como si se trataran de volverme loca.
No estoy loca.
Pero eso es lo que una loca diría, ¿no es así?
Bueno… no lo estoy, ¿ok?
No todas las personas son realmente desagradables para mí. Hay una con la que vivo que es realmente divertido pasar el rato.
Se llama Valentina, y la amo completamente.
Una de las cosas que amo de ella –la principal, en realidad-  es su infinita capacidad de inspirarme. Las pinturas que hago cada vez que ella aparece son simplemente sorprendentes.
Si vieran mis pinturas, comprenderían la emoción que siento en el momento.
Por ejemplo, ayer hice una muy interesante. No sé cómo describirla, ya que es abstracta, pero demuestra todo lo que Valentina me hace sentir cada vez que ella aparece:
Dolor principalmente.
Amo a Valentina porque ella quiere lo mejor para mí.
Cada vez que ella “hace su trabajo” conmigo, dice que me ama y que es lo mejor, porque así puedo pintar para ella y para el mundo.
Aprecia mi arte.
Aprecia lo que hago por ella.
Aunque no siempre estoy en condiciones para pintar. A veces ella deja mis brazos muy lisiados y no los puedo mover…
Pero ella me ama.
Cada vez que termino llorando por el dolor después de cada “sesión” que tenemos, ella me consuela y me dice:
–Cariño, así pintarás mejor, te lo aseguro.
Y yo sonrío nuevamente.
Sus caricias después de las “sesiones” son las mejores. Ella siempre convierte una de sus extremidades en suaves manos que acarician cada una de las partes de mi cuerpo, usualmente cubiertas de moretones.
¿Pero qué acaso el amor no conlleva sacrificio?
Además, nada supera el momento de ir a dormir. Ese momento en el que ella parece una doncella desnuda lista para que yo la abrace toda la noche.
Claro, eso cuando dormimos, me consuela o sale a la calle para vender mis cuadros –ella me cuida con el dinero que gana por ellos, aunque nunca he visto aquel dinero-  Mientras, ella es algo más. Bueno, parece algo más, con todas esas extremidades similares a las de las cucarachas y con una cabeza cubierta de cabellos grasosos… pero lo que importa es lo de adentro, ¿no?
Como dije, solo parece algo más. Ella es la misma siempre. Le he dicho que no es necesario disfrazarse para mí, pero ella sólo se hace la desentendida. A mí no me molesta en lo absoluto, aparte de que se ve completamente hermosa cuando se ve como una persona, ella lo hace por mí… y sólo por mí.
Ella me ama… y yo la amo a ella.
No importa si ella me estruja con sus enormes brazos –o patas- o me golpea con palos hasta arrancarme la piel de la espalda –y lo ha hecho- porque ella lo hace porque me ama…
Y yo amo que me ame…
Valentina también me protege.
Una vez, llegaron dos personas con batas blancas a la casa. No sé cómo me encontraron, pero lo hicieron. Eso me molestó mucho, porque querían alejarme de mi casa  y, peor, de mi Valentina.
Dijeron algo sobre un hospital. Tenían que llevarme, decían ellos.
No me gustan los hospitales.
Mucha gente ahí dentro… pudriéndose.
Da asco.
… Y yo no estoy loca, ¿ok?
Me escondí lo más que pude de aquellos hombres, quienes me llamaban por un nombre que hace mucho tiempo no usaba y que, en este momento, ya no recuerdo.
Yo les gritaba que me dejaran en paz. Les gritaba que estaba bien, que no necesitaba a nadie porque yo tenía a mi Valentina…
De pronto, cuando aquellos individuos ya me habían acorralado, mi Valentina apareció detrás de ellos.
Fue rara su reacción. No entiendo cómo alguien puede aterrarse por el aspecto de “mi doncella” –así le digo yo-. Gritaron y ella los tomó del cuello, tanto así que solo un quejido seco y carrasposo se produjo de sus gargantas.
–Yo me ocuparé de ellos, cariño. –Me dijo mi doncella con esa linda protuberancia abierta que usa como boca. –Ya no te molestarán más.
Se alejó y se los llevó a nuestra habitación. Yo, mientras tanto me tomé un café, hasta que mi doncella salió del cuarto con dos grandes cubos con muchísima pintura roja bastante oscura dentro de estos.
–¿Y dónde están esos sujetos? –Le pregunté.
–No te preocupes. No te molestarán más, cariño. –Me dijo con una muy linda sonrisa. Se había puesto su disfraz otra vez. –Ten, te traje toda esta pintura roja. Quisiera un cuadro, ¿sí?
La ternura con la que me lo pidió me imposibilitó un “No”. Aunque de todos modos no me habría negado a hacerlo.
Me encanta pintar.
A ella le encanta lo que pinto.
Le encanta inspirarme para pintar.
A veces me gusta pintarla a ella.
Yo sé que ella no es humana… pero eso es lo mejor.
Muchos dirán que ella no es real.
Pero ella lo es.
No me enamoraría de alguien que no existe… eso sería estar loca.
Muchos dirán que estoy loca… pero no estoy loca.
NO ESTOY LOCA.
Pensándolo mejor… si estoy loca…

Estoy loquita por ella.

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