lunes, 29 de diciembre de 2014

CUENTO: Amanecer


AMANECER


Ok… Estoy escribiendo esto porque… No sé, supongo que quiero dejar alguna especie de registro de esta locura…
Antes les tenía miedo, ¿saben?
Antes tenía miedo de lo que hacen… no es nada bonito y seguro ha de doler. Especialmente si no terminan contigo a tiempo y… te vuelves una de esas cosas.
Antes tenía miedo de morir…
Pero no, ya hace mucho tiempo que el miedo se fue. Pero aún quedan sus… voces, ¿saben?
Solo se la pasan… gimiendo…
Me vuelven loco.
Bueno, quería dejar una especie de “sinopsis” de lo que pasó… por si acaso se lo perdieron jajaj…
Claro, te lo has perdido solo si has estado viviendo bajo una roca estos… cuatro… ¿cinco días?... ya no recuerdo exactamente. Es difícil seguir el tiempo cuando corres por tu vida de unas cosas hambrientas que se ven exactamente como cada persona que alguna vez conociste…
Si, valla vida, ¿eh?
Bueno, no sé cómo les estará yendo a ustedes, oh poderosos supervivientes que encontraron este montón de papeles… Pero, espero que no  les esté yendo tan mal como seguramente me fue a mi si es que no me encuentran… Lo entenderán mejor cuando sigan leyendo.
Basta de darle vueltas al asunto, comencemos con lo que pasó:
Yo estaba en mi hogar cuando ocurrió todo esto. No sé cómo habrá comenzado en algún otro lugar, pero aquí comenzó con el párroco de mi iglesia.
Mi madre es bastante religiosa, así que fue, junto con otros feligreses, a cuidar al padre. Yo me quedé en mi casa junto con mi hermana mayor y, como sabía que mi madre iba a demorar, invité a mi novia a pasar la tarde en mi casa… en mi habitación.
A mi hermana no le importaba en lo absoluto. Es más, ella misma me compró una caja de condones, ella me dijo: “Mi hermano no va a hacer una estupidez y dejarla preñada… solo intenten no hacer mucho ruido, ¿sí?” Y empezamos a reírnos.
Ella siempre ha sido muy abierta en estos temas. Podría jurar que, muy en su interior, mi madre la detesta porque es, básicamente, todo lo que ella detesta: es liberal, atea y muy incrédula. La verdad es que yo iba por el mismo camino.
La admiraba mucho y, aunque nunca lo reconociera en frente de ella ni aunque me pagaran con todo el dinero del mundo, yo la amaba.
Natalia, mi novia, había llegado apenas veinte minutos después de que mi madre saliera de la casa, y diez minutos después de que mi hermana me haya dado el preservativo.
–Los dejaré solos –Dijo mi hermana con una sonrisa mientras cerraba la puerta.
Y… bueno, ¿qué podría decirles? Hablamos mucho, nos besamos, yo comencé a acariciar suavemente cada parte de su cuerpo y… bueno, pasó lo que tenía que pasar.
Fue algo increíble. Yo besaba cada parte de su piel, y ella lanzaba un pequeño gemido reaccionando a cada una de mis acciones. Dios, su cuerpo se veía simplemente excelente. Me enfoqué en sus senos al principio, esa era mi parte favorita de ella. Ya los había acariciado antes, pero nunca mientras ella estaba sobre mí, desnuda. Luego seguí con el resto del cuerpo y… bueno, creo que me emocioné un poco al recordarlo, esta no es la parte importante.
Ambos perdimos la virginidad ese día.
Después de haberlo hecho, nos quedamos recostados durante un tiempo. Conversábamos, nos besábamos. Era todo perfecto…
Hasta que escuchamos lo que, al principio, parecía un estrepitoso trueno, pero que resultó ser simplemente la puerta metálica de mi casa a punto de ser tumbada por los golpes y alaridos de mi madre.
−¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Hijos! –Gritó mi madre con desbordante desesperación.
Escuché la puerta de la habitación de mi hermana abriéndose estrepitosamente y sabía que tenía que sacar a Natalia de ahí antes de que mi madre la viera. Pero claro, también estaba alarmado por la súbita llegada de mi madre y sus gritos de horror.
−Naty, amor, escúchame –Le dije, casi susurrando−, vístete rápido y no salgas de la habitación hasta que yo te lo diga, ¿ok?
−Ok ok, pero me tienes que decir qué le está pasando a tu mamá –Respondió ella mientras se ponía la ropa interior.
A ella le agrada mucho mi madre, y a mi madre le agrada de igual manera Natalia. Aunque esto no siempre ha sido así. Al principio ellas dos se odiaban a muerte. Era el típico caso de la nuera y la suegra peleando por el hijo.
Pero eso cambió el día en que, gracias a Natalia, resulté vivo de un accidente. La verdad es que no recuerdo muy bien cómo fue (y, de hecho, les pedí a todos que no me lo recordaran tampoco) Sólo recuerdo que fue en un bus, creo que se volcó, y ella me agarró en el brazo en el momento justo para no quedar triturado entre las paredes del bus.
Ella estuvo todos los días conmigo en el hospital. Desde ese momento, mi madre le dio el visto bueno.
Como sea… debo dejar de divagar.
Vestido ya, corrí hasta la sala, donde mi madre, una amiga suya y mi hermana estaban conversando de una manera que en realidad me preocupó.
−¿Qué ocurrió, ma? –Le pregunté a mi madre, mientras Naomi, mi hermana, vendaba el brazo de la amiga de mi madre.
−Ay Dios, hijo –Contestó hiperventilándose−, fue horrible. Estábamos atendiendo al Padre y este… murió… o al menos parecía muerto y luego se levantó y empezó a atacarnos. Mordió a Lucrecia y el resto salimos corriendo de ahí… excepto Susana… creo que ella se quedó… oh por Dios, no entiendo nada.
Mi madre se echó a llorar.
Estaba asustado, especialmente porque me negaba a pensar lo peor. Digo, a he visto películas, “El amanecer de los muertos”, “Shaun of the dead”
«Zombis» Fue lo primero que pensé.
Temía especialmente porque había alguien mordido en mi casa… y había un gran riesgo de infección cerca de la iglesia.
Pero luego descarté la idea. «¿Cómo demonios van a ser zombis? Esto no es un guion de George Romero. A la mierda.»
Noté que Natalia nos miraba desde el cuarto. Miré a mi madre, su amiga y mi hermana. Ninguna estaba en condiciones de poner atención a nada. Así que hice un ademán a Natalia para que corriera despacio hasta la puerta de salida y, justo cuando había llegado la abrí, fingiendo una bienvenida para ella.
«Valla convenientemente momento para venir» Hubiera dicho mi madre. Pero estaba completamente distraída como para notar siquiera su presencia.
Bueno. En fin. Calmamos a mi madre y a su a miga y despedimos a la segunda.
Yo tuve que despedir a Natalia. Ella se veía preocupada, creo que también pensaba en lo mismo que yo.
«Zombis»
Esa palabra se repetía en mi cabeza.
Esa noche, Naomi y yo conversamos de cómo fue lo mío con Natalia. Yo le contaba con emoción todo lo que había pasado (sin darle tantos detalles) mientras ella ponía atención a toda palabra que articulaba.
Hasta que mencioné lo de mi madre…
−No has de pensar que se trata de… ya sabes –Me dijo ella, con tono vacilante. Yo me quedé callado.
Pensamos lo mismo.
«O estamos en lo cierto o ambos nos volvimos locos» Pensé.
No sé cómo hice para cambiar el tema, pero lo hice. Dormimos juntos esa noche. A pesar de ser muy unidos, hace tiempo que no lo hacíamos. Me sentí como un niño otra vez.
Nos levantamos a las cuatro de la mañana, con los gritos de mi madre.
Salimos de la habitación entre el sueño y la desesperación, tratando de entender qué pasaba. Encontramos a mi madre luchando con un vecino. Pero éste último no parecía él. Era como si toda su piel haya perdido todo pigmento, salvo por aquellas partes donde la sangre se había esparcido.
Cuando vi el rostro de ese hombre… esos ojos muertos… vi también la confirmación de mis temores y el comienzo de mi pesadilla.
Mi hermana se apresuró y tomó a aquella señora por la espalda. Ella sabía con lo que se metía, pero no podía hacer nada más. La terminó derribando, mientras la mujer trataba de morderla.
Yo ayudé a mi mamá a levantarse y noté algo que me perturbó por un momento y me llevó a una tristeza tan grande como para hacer que casi llorara:
La habían mordido en el brazo.
Mi madre me empezó a contar de cómo ella oyó que tocaban la puerta y que, cuando la abrió, vio desplomada a la señora Carmela (una vecina) y, atrás de ella, el hombre que la había atacado.
Efectivamente, vi el cuerpo de la señora Carmela tendido en el piso, con lo que parecía una mordida justo en su yugular.
«Naomi» Recordé en ese momento. Dejé a mi hermana sola luchando contra ese monstruo. Regresé a ver y, para mi sorpresa y felicidad, ella se encontraba bien. Le había clavado al hombre un pedazo de florero justo en el centro de su cabeza. No volvería de esa.
Pero, de pronto, otro pensamiento vino a mi cabeza, uno que hizo que mi rostro se palideciese más que la del hombre que Naomi había matado… o re-matado.
«Natalia»
Corrí hasta mi habitación y agarré mi teléfono. Casi descargado. Apenas la suficiente batería como para un llamado rápido. Justo lo que necesitaba.
Intenté como cuatro o cinco veces. Nada.
−¡MALDITA SEA! –Grité. Fue con tanta fuerza que sentí mi garganta ardiendo por un momento.
−¡¿Qué ocurre?! –Gritó Naomi. Preocupada de que me hubiera pasado algo.
−No me puedo comunicar con Natalia −Respondí−. Hermana, esto está mal…
−Yo sé, tranquilo. Ella estará bien… solo es cuestión de tiempo para que esto se solucione y puedas verla.
−Supongo que tienes razón…
En mi interior sabía que no la tenía…
Mi madre se puso cada vez peor. Vomitaba y casi no respondía a estímulos. Su piel estaba cada vez más pálida y se formaban coágulos de sangre en los lugares donde se apoyaba… como si su sangre no circulara.
A las cinco de la mañana, mi madre ya estaba muerta…
Las personas fuera de la casa estaban corriendo y gritando por todos lados.
Sabía lo que se venía y Naomi también. Ambos encerramos a mamá en su habitación y comenzamos a llorar.
Recordaba por momentos a Natalia y recobraba mi compostura con un poco de esfuerzo. «Tengo que mantener a Naomi a salvo» Me dije, y para hacer eso tengo que mantenerme fuerte…
Esa fuerza acabó con el primer golpe en la puerta de la habitación. Mamá había despertado.
Naomi empezó a llorar de nuevo, esta vez con más fuerza y agarrándose la cabeza en un intento de despertar de esta pesadilla.
−Yo lo haré –Le dije−, tú mantente alerta por si acaso… por si acaso pasa algo, ¿bien?
−Ten… ten cuidado, por favor –Me dijo entre lágrimas. Por poco me quiebro, pero me mantuve sereno y la abracé.
Agarré la pala que mi madre había puesto la noche anterior en la cocina y fui a su habitación. Mi hermana sostenía un bate con la mano izquierda mientras que, con la otra, sostenía el pomo de la puerta.
−Cuando diga “ahora”, ¿ok? –Le dije mientras sostenía la pala con ambas manos, en una posición de ataque. Naomi asintió.
Aquellos segundos que esperé se me hicieron eternos. Pensé por un momento en Natalia y casi flaqueo… pero me mantuve y lo dije:
−¡Ahora!
Naomi giró el tomo y la vi. Vi a mi madre de una manera que jamás se debería ver a una: Como un monstruo.
No recuerdo muy bien que pasó después, pero sé que le asesté un buen golpe en la cabeza.
Yo me encontraba sentado en uno de los sillones de mi casa, mientras mi hermana estaba en posición fetal en una de los rincones de la sala.
−Naomi… tenemos que… tenemos que buscarla… tenemos que…
−Ahora no –Su mirada había cambiado. No quería saber nada ahora. Quería asimilar lo que estaba pasando y yo la entendía.
Vimos cómo el Sol salía y la gente seguía gritando. La puerta era golpeada fuertemente y sabíamos que se trataba de la señora Carmela.
Noté que la televisión seguía funcionando. Eran las noticias, hablaban de la epidemia y lo llamaron “Amanecer sangriento” ¿Por qué lo llamaron así? Tengo una teoría. Supongo que uno de esos políticos gordos y felices de serlo estaba contemplando todo y, cuando preguntaron cómo llamarle al evento éste respondió: “Amanecer Sangriento… ya saben, por la película El amanecer de los muertos… ¿Zombis? ¿Alguien?” El pobre bastardo lo debió decir en broma y el resto pensó que era buena idea.
Intenté llamar a Natalia otra vez y no funcionó. Esta vez no pude evitar quebrarme. Lloré como un niño y me dejé caer en mi cama. Llegó después mi hermana para darme un tierno y caluroso abraso. Valla que lo necesitaba… ambos lo necesitábamos.
Nos quedamos recostados por un largo rato.
−Sabes que no podemos quedarnos aquí –Le susurré en su oído−, es peligroso.
−Lo entiendo… es mejor que nos vallamos ahora.
Que me maldigan por esa decisión…
No pienso contarles muchos detalles, ¿ok? Eso pasó hace poco y… maldición, aún siento el dolor…
Íbamos de la mano. Como dándonos fuerza entre nosotros. Nuestra principal parada era la casa de Natalia… Era como si esas cosas nos estuvieran esperando. Como si supieran desde un principio que íbamos a salir.
O pasaron ni dos minutos desde que salimos y nos vieron. Comenzamos a correr y a darle en la cabeza a cada uno de ellos. Eran lentos pero simplemente había demasiados. No pudimos con todos… uno de ellos mordió en el hombro a Naomi.
Me tomé un tiempo mientras escribía esto porque comencé a llorar. Recordar sus ojos y notar que ya no la tendría conmigo. Ella lo sabía así que dijo lo único que no quería escuchar en ese momento:
−Tu sigue, yo no podré seguir…
Esas palabras fueron como un puñal al corazón.
−No –Le decía entre lágrimas−. No pienso dejarte aquí, a ti no.
Hubiera preferido que ella me dijera «Quédate a morir conmigo» Eso no hubiera sido tan doloroso.
−Ve por ella –Me dijo mientras se alejaba de mí con una sonrisa y se dirigía hacia esas bestias. No pude mirar cómo era devorada. Ella no gritó para que la tarea se hiciera más sencilla.
No lo fue…
No pude cruzar la calle para llegar a casa de Natalia y mi mundo se derrumbó.
Aquellos zombis habían tapado la única entrada que existía para llegar a esta. Natalia vivía en una casa de playa… o vive en una casa de playa. No lo sé, realmente, no la he visto hasta ahora, pero tampoco tengo muchas esperanzas.
Encontré esta casa abandonada y me puse a llorar. Ya no podía más… mi madre, Naomi y ahora Natalia… ya no.
Ahora estoy escribiendo esto mientras todavía estoy vivo (y cuerdo) con el anhelo de que alguien lo pueda encontrar.
No creo que le sirva de mucho… pero por lo menos sabrán de alguien que también lo intentó, ¿verdad?
Decidí sobrevivir… al menos hasta donde pueda. Mis tres mujeres preferidas en todo este mundo hubieran querido que yo sobreviviera lo más que pueda.
Lo haré por ellas y sólo por ellas…


sábado, 27 de diciembre de 2014

Se me chispoteó...

Siento mucho no haber podido subir la historia que tenía planeada para Navidad.
Tuve que viajar de imprevisto y no estuve en mi casa sino hasta hoy.
Pero las historias, a partir de ahora, seguirán como de costumbre.

martes, 23 de diciembre de 2014

¿Y la historia de ayer?

La pondré simple, estimados amantes del horror...
Ayer estaba muy ocupado porque tengo una vida fuera del blog (aunque no parezca XD) Pues verán, yo trabajo vendiendo dibujos por encargo y uno simplemente me complicó la tarde, así que no pude hacer nada.
Así que preferí simplemente dejar la publicación para esta navidad, ya que irá con ilustración y todo.
... hasta navidad :D

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Diario de Michael (Completa)

Decidí que era mejor publicar la serie completa de una vez. Esto porque la serie ya había sido publicada mucho antes... y quería pasar a otra que pronto empezaré a publicar.

Click aquí para descargar la serie completa en PDF

lunes, 15 de diciembre de 2014

DIBUJO: Kahn-Athoth


CUENTO: Mi pequeña historia de amor

MI PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR


          Me encanta pintar.
Pintar es uno de los pocos placeres que tengo en esta vida. Y decir “pocos” es muy literal.
Vivo en un pequeño pueblo a las afueras de una pequeña ciudad que muchas personas piensan es un pequeño pueblo… es gracioso si se lo ve desde esta perspectiva.
No me gusta salir de mi casa en lo absoluto. Es realmente irritante ver a todas esas personas caminando por todas partes. Todas alrededor mío como si se trataran de volverme loca.
No estoy loca.
Pero eso es lo que una loca diría, ¿no es así?
Bueno… no lo estoy, ¿ok?
No todas las personas son realmente desagradables para mí. Hay una con la que vivo que es realmente divertido pasar el rato.
Se llama Valentina, y la amo completamente.
Una de las cosas que amo de ella –la principal, en realidad-  es su infinita capacidad de inspirarme. Las pinturas que hago cada vez que ella aparece son simplemente sorprendentes.
Si vieran mis pinturas, comprenderían la emoción que siento en el momento.
Por ejemplo, ayer hice una muy interesante. No sé cómo describirla, ya que es abstracta, pero demuestra todo lo que Valentina me hace sentir cada vez que ella aparece:
Dolor principalmente.
Amo a Valentina porque ella quiere lo mejor para mí.
Cada vez que ella “hace su trabajo” conmigo, dice que me ama y que es lo mejor, porque así puedo pintar para ella y para el mundo.
Aprecia mi arte.
Aprecia lo que hago por ella.
Aunque no siempre estoy en condiciones para pintar. A veces ella deja mis brazos muy lisiados y no los puedo mover…
Pero ella me ama.
Cada vez que termino llorando por el dolor después de cada “sesión” que tenemos, ella me consuela y me dice:
–Cariño, así pintarás mejor, te lo aseguro.
Y yo sonrío nuevamente.
Sus caricias después de las “sesiones” son las mejores. Ella siempre convierte una de sus extremidades en suaves manos que acarician cada una de las partes de mi cuerpo, usualmente cubiertas de moretones.
¿Pero qué acaso el amor no conlleva sacrificio?
Además, nada supera el momento de ir a dormir. Ese momento en el que ella parece una doncella desnuda lista para que yo la abrace toda la noche.
Claro, eso cuando dormimos, me consuela o sale a la calle para vender mis cuadros –ella me cuida con el dinero que gana por ellos, aunque nunca he visto aquel dinero-  Mientras, ella es algo más. Bueno, parece algo más, con todas esas extremidades similares a las de las cucarachas y con una cabeza cubierta de cabellos grasosos… pero lo que importa es lo de adentro, ¿no?
Como dije, solo parece algo más. Ella es la misma siempre. Le he dicho que no es necesario disfrazarse para mí, pero ella sólo se hace la desentendida. A mí no me molesta en lo absoluto, aparte de que se ve completamente hermosa cuando se ve como una persona, ella lo hace por mí… y sólo por mí.
Ella me ama… y yo la amo a ella.
No importa si ella me estruja con sus enormes brazos –o patas- o me golpea con palos hasta arrancarme la piel de la espalda –y lo ha hecho- porque ella lo hace porque me ama…
Y yo amo que me ame…
Valentina también me protege.
Una vez, llegaron dos personas con batas blancas a la casa. No sé cómo me encontraron, pero lo hicieron. Eso me molestó mucho, porque querían alejarme de mi casa  y, peor, de mi Valentina.
Dijeron algo sobre un hospital. Tenían que llevarme, decían ellos.
No me gustan los hospitales.
Mucha gente ahí dentro… pudriéndose.
Da asco.
… Y yo no estoy loca, ¿ok?
Me escondí lo más que pude de aquellos hombres, quienes me llamaban por un nombre que hace mucho tiempo no usaba y que, en este momento, ya no recuerdo.
Yo les gritaba que me dejaran en paz. Les gritaba que estaba bien, que no necesitaba a nadie porque yo tenía a mi Valentina…
De pronto, cuando aquellos individuos ya me habían acorralado, mi Valentina apareció detrás de ellos.
Fue rara su reacción. No entiendo cómo alguien puede aterrarse por el aspecto de “mi doncella” –así le digo yo-. Gritaron y ella los tomó del cuello, tanto así que solo un quejido seco y carrasposo se produjo de sus gargantas.
–Yo me ocuparé de ellos, cariño. –Me dijo mi doncella con esa linda protuberancia abierta que usa como boca. –Ya no te molestarán más.
Se alejó y se los llevó a nuestra habitación. Yo, mientras tanto me tomé un café, hasta que mi doncella salió del cuarto con dos grandes cubos con muchísima pintura roja bastante oscura dentro de estos.
–¿Y dónde están esos sujetos? –Le pregunté.
–No te preocupes. No te molestarán más, cariño. –Me dijo con una muy linda sonrisa. Se había puesto su disfraz otra vez. –Ten, te traje toda esta pintura roja. Quisiera un cuadro, ¿sí?
La ternura con la que me lo pidió me imposibilitó un “No”. Aunque de todos modos no me habría negado a hacerlo.
Me encanta pintar.
A ella le encanta lo que pinto.
Le encanta inspirarme para pintar.
A veces me gusta pintarla a ella.
Yo sé que ella no es humana… pero eso es lo mejor.
Muchos dirán que ella no es real.
Pero ella lo es.
No me enamoraría de alguien que no existe… eso sería estar loca.
Muchos dirán que estoy loca… pero no estoy loca.
NO ESTOY LOCA.
Pensándolo mejor… si estoy loca…

Estoy loquita por ella.

jueves, 11 de diciembre de 2014

NOTA: El diario de Michael

Hola a todos, lectores.
Creo que era necesario darles un poco de información acerca de la serie que estoy publicando en el momento: El diario de Michael.
El diario de Michael nació de dos cosas: 1) Un experimento y 2) Una meta personal.
El experimento, primeramente, consistía en realizar una serie diaria. Fue publicada inicialmente en mi página de facebook, donde lo publicaba todos los días.
Y mi meta era poder escribir por lo menos tres páginas todos los días. Cada capítulo tiene el tamaño de tres páginas (bajo ciertas condiciones). En ese tiempo no había tenido mucho tiempo para escribir, por lo que había días que no escribía, así que decidí plantearme este reto. Y de hecho no me fue tan mal. Pero por esta razón es que cada capítulo no tiene la misma calidad de la mayoría de mis trabajos, porque lo hice básicamente apresurado y los publicaba todos los días (y, de hecho, cada fecha que aparece en cada entrada es la fecha del día en que las publiqué.
Pero igual, decidí dejarlo de esa manera.
Seguiré reportando novedades, saludos. :) 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Diario de Michael-Entrada #1

Diario de Michael—4 de septiembre de 2014
 Día 1
Es mi primer día con todos estos y ya quiero empezar a masacrarlos...
Mañana el juego comienza y la suerte está echada. Lástima por ellos, no sobrevivirán a esto, especialmente los esposos, Cammie y James Drayton... un par de gringos que vinieron de visita, según contaron en la tarde, querían explorar las maravillas del Ecuador en todo su esplendor; permítanme reírme por la ironía (JAJAJAJAJA... nótese el sarcasmo), ya verán los dos la mayor "maravilla" que este país puede darles. Encerrados con otros 8 personas a un destino quizá peor que la misma muerte, valla recuerdos que piensan llevar a casa: "Y ese brazo me lo cercenó un tipo con un machete, tendría que presentárselos, parecía buena persona" "Esta pierna fue devorada por una de esas criaturas en una cueva, lástima que no pude sacar fotos"... bueno, sólo cosas así me imagino que han de poder contar si salen de aquí...
¿Pero por qué estoy suponiendo cosas así? Digo, yo pienso salir de esta y sé que no hay otra manera que destrozar a cada uno de ellos... no es que la idea me emocione, pero ¿qué más puedo hacer? Sé que, usualmente, cuando se relata un juego de "supervivencia" y eso, el más noble y el que está dispuesto a hacer cualquier cosa para que todos salgamos del apuro con vida es quien regularmente cuenta la historia...
Lástima, yo no soy así, estoy dispuesto a acabar con la vida de cada uno de ellos con tal de salvarme; me importa poco quien los esté esperando en su casa con una taza de Cocoa y con un "Dulce Tres Leches", YO QUIERO VIVIR... y para ello tendré que matarlos. 
Aunque tengo una ventaja... porque mi rostro demuestra todo lo contrario, les caigo bien y soy afable con ellos. Es más, ya Carolina y Emily me tienen como su mejor amigo, prácticamente (hasta me llegaron a contar que son Lesbianas... no es que me moleste, pero no es algo que se lo quieras contar a todo el mundo). Eso me da una excelente ventaja sobre todos ellos... nunca esperarán que les caiga un machete a sus espaldas viniendo de mí, nunca... puedo usar eso a mi favor cuando sea, y lo haré.
Otra de las ventajas que tengo es que ninguno de ellos me simpatiza en lo absoluto, como ya dije, es mi primer día con ellos y ya quiero masacrarlos. Bueno, aunque a algunos los tolero a medias, como a Carolina, Emily, Pedro y José... quizá pueda estar tolerando a Julia y a Cammie, pero al resto los quiero ver muertos en este instante.
...
Ok, ya en la tarde hablamos un poco y los bastardos que nos metieron en esto nos explicaron las reglas del juego mediante altavoces, en la que yo llamo "La sala de espera": Se supone que nos van a dejar en una especie de Cañón formado después del "Incidente Pichincha" en lugares al azar. Luego de esto, tenemos que hacer dos cosas muy simples: 1) Sobrevivir a los otros "concursantes" y 2) Sobrevivir a las cosas que viven ahí... ¿Emocionante, no? (Malditos morbosos hijos de puta)
También nos dejaron claro que si intentábamos escapar no dudarían en dispararnos, y de hecho pensé que no era gran cosa hasta que vi el borde del Cañón (que quedaba a pocos metros de la sala donde estábamos) y divisé numerosos puntos negros, eran francotiradores y habían demasiados como para hacer una redada y salir de ahí sin terminar los diez con una bala en la cabeza... tampoco que es quiera hacer una redada con ellos, como ya dije, los terminaré matando a todos y saldré de ahí cueste lo que cueste.
Carolina preguntó a través de uno de los micrófonos en la "sala de espera" cuál era el propósito de esto. Una voz un tanto gutural le respondió con algo tan sutil que quedé maravillado por tal respuesta: "Porque somos el gobierno... ¿alguna otra pregunta?"
¡HIJOS DE LA REVERENDA MIERDA! Sólo eso les puedo decir, en serio...
Ahora son casi las once de la noche y no puedo conciliar el sueño, supongo que es por el trabajo que sé que tendré que realizar mañana, pero bueno... ¿qué se le puede hacer?
Trataré otra vez de dormir... espero que esta vez funcione, estoy sumamente agotado. Mañana seguiré escribiendo y quizá pase algo... quizá no, no sé, la intriga me mata más que este horrible cansancio.


Quedan:
-Julia Martínez.        -Roberto Espinoza.
-Sofía Escobar.                -Pedro Zambrano.
-Cammie Drayton.                -James Drayton.
-Carolina Cruz.                -José Calderón.
-Emily Sánchez.        -Michael Vera.


lunes, 8 de diciembre de 2014

MENSAJE IMPORTANTE

Subiré un cuento corto inédito cada Lunes.
En cuanto a las series, se publicarán cada miércoles indefinidamente (dependiendo del tamaño de la serie)
Las ilustraciones irán apareciendo de tiempo en tiempo, pero cuando se haga la ilustración de una historia ya publicada, la ilustración se actualizará rápidamente a esta.

ILUSTRACIÓN: HOLA, MI NOMBRE ES DHA-KEHNN

Ilustración para el cuento "Hola, mi nombre es DHa-kEHnn" de la antología "La vida es color de rosa"

domingo, 7 de diciembre de 2014

ILUSTRACIÓN: ESO

Ilustración para e cuento "ESO" de la antología "La vida es color de rosa"

ILUSTRACIÓN: BREVE CUENTO SOBRE UNA OSCURA CARRETERA

Ilustración realizada para el cuento "Breve cuento sobre una oscura carretera" de la antología "La vida es color de rosa"

CUENTO: Amor de padre

AMOR DE PADRE


E
l hombre había comenzado a planchar aquella manta que tanto le gustaba. Compartía la manta con su hijo y esta simplemente lo embelesaba. Una de las razones por las cuales le gustaba tanto esa manta era porque él mismo la había hecho, también le había enseñado a su hijo de qué manera la confeccionó.
Recordándole en todo momento que la hizo por él.
Sólo por él.
Desde que su esposa falleció a causa de un despreciable virus que se había esparcido recientemente, se encargaba de los quehaceres en la casa, lo cual le molestaba un poco. También tenía que cuidar a su pequeño hijo de seis años y ese era un trabajo aún más agotador que el empleo que había conseguido como técnico de computadoras.
Escuchó entonces el rugido del motor perteneciente al expreso de su hijo.
>¡Llegó mi retoño!< Pensó el, proyectando una ligera pero perceptible sonrisa de satisfacción en su rostro.
El hombre dejó a un lado la plancha y corrió hacia la puerta delantera para abrirle la puerta.
El niño se despidió de sus amigos dentro del expreso y le dio un abrazo a su padre. Por parte del hombre, el abrazo fue cálido y amoroso, pero por parte del niño era muy diferente.
Había miedo en ese abrazo.
–Adivina qué, mi pequeño. –Dijo el padre con una sonrisa a su niño. –He planchado nuestra manta favorita.
El pequeño abrió los ojos como platos al escuchar tal noticia. Era una gran y evidente mueca de impresión y miedo. Parecía que el niño estaba a punto de llorar.
Quería y podía, pero no debía. No quería alterar  a su padre.
Sin respuesta por parte del niño, el hombre corrió hacia el cuarto donde estaba la manta. La tomó y se la llevó a su hijo.
–Aquí tienes campeón, recién la planché así que está calientita, como mami, ¿recuerdas? –Dijo el hombre tendiendo la manta en los hombros del niño, cubriendo su espalada como si de una capa se tratase.
El pequeño no podía dejar de temblar. Aquella manta no le gustaba en lo absoluto.
Aquella manta que era un montón de retazos desiguales y caóticos.
Aquella manta que tenía un color pálido y una textura carnosa.
Aquella manta que tenía una pequeña mancha muy parecida a la marca de nacimiento que su madre tenía en un costado.
Aquella manta que su padre le hizo después de que su madre falleció.
Aquella manta que él vio a su padre mientras cortaba los pedazos y drenaba los fluidos.
Aquella manta hecha con la intención de “mantener todo el calor que una madre puede dar”
Aquella manta que lo crió durante seis años.
Aquella manta hecha con todo el amor de un padre.



CUENTO: LA COSTRA

LA COSTRA 

(perteneciente al proyecto "La vida es color de rosa")


E
ran las 7:30 de la noche cuando David se decidió por alguna de las muchas latas de conservas que tenía en el anaquel. Se había mudado recientemente a un apartamento muy  por debajo de sus expectativas en cuanto a vida Universitaria se refiere. Pero por lo menos era cómodo y cálido, lo cual era suficiente hasta cierto punto. Así que, llevando a la cocina una lata de frijoles, se percató de algo que podría jurar no estaba ahí la noche anterior: un bulto negro y rugoso que parecía ser una costra muy grande de grasa y suciedad bajo un anaquel torpemente colocado encima de la cocina.
¡Argh! Eso me saco por conseguirme un apartamento barato… aunque no sé cómo carajos no me di cuenta de esto cuando llegué.
A pesar de la asquerosa forma de aquella mancha, era casi hipnotizante. Dejar de verla era una tarea complicada, lo cual era muy raro por la fealdad de aquella cosa.
Pero eso no importaba. Decidido a quitar esa cosa después de comer, calentó los frijoles y se sentó en una improvisada mesa que formó con un montón de cajas y su sofá; como era muy usual esos días, pensaba en su nueva vida, sus obligaciones y demás… claro, incluyendo también a su “pastelillo”, como llamaba cariñosamente a su novia, la cual lo iría a visitar en dos días.
>Tengo que deshacerme de esa asquerosa mancha antes de que Sofía venga y vea que vivo en una pocilga asquerosa… por lo menos quiero que la pocilga se vea presentable< Pensaba entre risas.
Después de terminada su muy humilde cena, espátula en mano, David se dispuso a quitar ese horrible bulto del anaquel, tarea que se veía fácil considerando que ya había hecho esto antes con su padre.
>Hicieras un mejor trabajo si fueras al gimnasio, estás tan escuálido que ni con un taladro podrías sacar esto. ¡Si vas a hacer cosas de hombres, entonces ejercítate!<
Esos comentarios resonaban en su cabeza cada vez que alguna tarea requería de fuerza… ¿y cómo no? Eran el pan de cada día en su casa. Por esto era su desesperación de mudarse al acabar el colegio, aunque esto significara hospedarse en un apartamento de mala muerte por el resto de sus días en la Universidad.
>Lejos de él me irá mejor<
Y con optimismo se puso a realizar la desesperante tarea. Tomó la espátula y, clavándola en el borde de aquella asquerosa y negruzca mancha, empezó a presionar con fuerza para sacarla. Pero se le hizo muy difícil. Por más escuálido que sea, era una mancha de grasa, nunca en la vida podría estar tan pegada como lo estaba aquella que estaba intentando sacar.
¡Maldita sea! ¡Esta cosa no quiere salir!
>Él tenía razón…no puedo con cosas de hombre<
Un tanto desmoralizado pero con ansias de vencer sus propios demonios, tomó aire e intentó de nuevo con más fuerza.
¡CARAJO DESPÉGATE DE UNA PUTA VEZ!
>Eres peor que una niña<
Fúrico y con ojos llorosos por la fuerza usada, aspiró profundamente y usó toda la fuerza que podía usar para un tercer intento.
 ¡Vamos vamos vamos! ¡SI! ¡JA! ¡Está saliendo!
>Je… ¡Chúpate esa, papá!<
Y por la fuerza usada para aquella tarea es que David no se percató del fluido tintado de un rojo bastante oscuro que emanaba de aquel horroroso bulto hasta que lo quitó completamente y sintió sobre su rostro, su mano y pie izquierdo aquel fluido cálido y espeso.
¡¿Qué…es esta webada?! – Dijo atónito por la terrible escena que estaba presenciando.
Ese bulto que había quitado, bajo esa capa de lo que a la vista parece grasa y polvo, estaba lleno de un líquido rojo, muy parecido a la sangre, pero más espeso y oscuro. Aquel líquido emanaba un hedor muy parecido al pescado podrido combinado con vinagre y excremento. Además de todo eso, producía un incesante escozor que fácilmente acabaría con la paciencia del mismísimo Dalai Lama.  
David, a pesar de las arcadas iniciales, hizo un esfuerzo sobrehumano para no vomitar, y empezó a limpiar los restos de aquella cosa de la pared, el anaquel y la cocina que había por debajo, claro, todo eso con la presencia de ese maldito escozor en su brazo y pierna. Puso aquel cascarón ya vacío en una funda de basura junto con los trapos que usó para limpiar el desastre, los cuales, para infortunio de David, habían quedado permanentemente manchados por aquella asquerosa y pestilente sustancia rojiza.
Después de aquel incidente y decidido a olvidarlo totalmente, David tomó un baño y se esforzó considerablemente para quitar el hedor de su brazo, el cual había sido impregnado por la extraña sustancia.
Habiendo terminado su baño, David se dispuso a relajarse en su sillón que, a pesar de los disimulados hoyos y falta de clase, era bastante cómodo; y en el acto, encendió un pequeño televisor a blanco y negro que tenía en frente y que había heredado de su difunta abuela hace mucho. Y entonces, viendo programas de media noche y sumido en sus pensamientos, empezó a dormitar profundamente.
A la mañana siguiente amaneció sintiéndose extraño, claro, con un evidente dolor en el cuello por haber dormido en un sillón toda la noche, pero había algo más, algo que sentía en su rostro, rodeaba su boca, en su mano y en su pie izquierdo.
Y apenas se dio cuenta del horror en el que estaba viviendo, trató de moverse y gritar, pero  solo un murmullo pudo salir de sus sellados labios, y no lograba tampoco despegarse de su sillón ya que aquella costra que había encontrado y confundido con grasa la noche anterior, ahora estaba impregnada a su piel, justo en los lugares donde ese material rojizo muy parecido a la sangre había caído.
Trató de gritar y pedir ayuda, desesperado porque su mano izquierda estaba totalmente cubierta e inmovilizada por tal cosa negruzca y rugosa, al igual que su pie izquierdo y diversas partes de su cuerpo a las cuales, sin querer, había impregnado con la sustancia.
Observó después, con desesperación, su posible medio de escape, su teléfono celular, aquel que había tenido desde hace tres años y del cual siempre se quejaba, pero que en ese momento veía con unos ojos de súplica dignos de una víctima condenada a la hoguera. Se encontraba a su izquierda, sobre un velador en el cual ubicaba también una foto de Sofía, de la mañana que habían ido de día de campo… >se veía tan bella< pensaba.
Y, haciendo un esfuerzo sobrehumano, David trató de alcanzar su celular con su mano derecha. La estiraba hasta que sintió el dolor por la tensión que presentaba su brazo y su rostro comenzó a deformarse más y más por cada segundo que pasaba contorsionándose muy incómodamente. Rendido ya y esperando a su inevitable final. Sin quererlo, recordó entonces una frase de una película que había visto ya hace mucho… “Oh Dios, a veces la milla verde es tan larga”… eso quería, que la “milla verde” terminara de una maldita vez, que su sentencia de muerte se concretara para ese mismo instante y sacarlo del pesar que aquella bastarda costra le hacía sufrir… ¿Y con qué razón? ¿Lo merecía acaso? ¿Era necesario su sufrimiento bajo esta maldita cosa? ¿Merecía eso solo por querer quitar una puñetera mancha de grasa?, eso ya poco importa ahora.
De pronto, impotente, David empezó a sollozar, desesperado por el impedimento que suponía tal costra y que, para empeorar las cosas, ardía como si se tratase de alguna vil bestia que devoraba su piel, arrancándola poco a poco, sintiendo un dolor que solo podría comprar con el ardor que uno siente al arrancar de la piel una cinta de embalaje colocada maliciosamente por uno que otro bandido de por ahí… solo que el ardor ahora se encontraba en o más profundo de su piel y que, además, ahora era perenne. Y, por si lo dicho no hubiera sido suficiente, lento pero seguro, esa malvada costra avanzaba cubriendo más y más sus extremidades y su rostro.
Pasadas tres horas de una espeluznante inamovilidad, se dio cuenta que era demasiado temprano para tirar la toalla, y decidió no rendirse ante tal criatura que, tarde o temprano, iba a terminar consumiéndolo. Intentó mover su brazo izquierdo y, con fuerza, trataba de despegar éste del sofá, y así mismo lo hacía con su pie. El dolor era tremendo, peor que el que había sufrido todo este tiempo por culpa de esa aborrecible entidad que se encontraba impregnada a su piel; pero no podía rendirse, significaría confirmar las constantes burlas de su padre y peor aún, haber perdido la vida por culpa de una miserable costra.
Luchó con toda su fuerza durante una hora entera hasta que por fin consiguió romper un poco de la cubierta que mantenía presos a su pie y su mano… pero a qué costo…
David murmuró repentinamente y con gran desesperación algo que podría traducirse en un gran y extenso aullido de dolor. Su ojo libre empezó a humedecerse al sentir que su piel y parte de su carne se había ido junto con la costra… y se dio cuenta, de una perversa manera, que quitársela convendría también desollarse vivo y arrancarse la carne de los huesos y claro, eso si no terminaba desangrándose primero.
Pasaron las horas y así, sin fuerzas y sin esperanzas, se quedó contemplando aquel televisor que tantos buenos recuerdos de su abuela le traía, soportando el dolor que le traía aquel monstruo camuflado de grasa y mugre, tratando de sobrellevar la sensación de mareo que le traía la pérdida de sangre por su pie y su brazo parcialmente desollados.
Después de varias horas, oyó el golpeteo más fantástico y esperanzador de su vida… el de su propia puerta. Era la señora Garrison, la “vieja gringa” como sabía comentar David a sus espaldas después de cobrar la renta. >¡SRA. GARRISON, POR FAVOR, AYÚDEME!… LE JURO QUE LE PAGARÉ LA REANTA A TIEMPO, Y DEJARÉ DE LLAMARLA VIEJA GRINGA, PERO SAQUEME DE AQUIIII!<
¡David! Tú debes renta… necesito renta ahora… pagarme.
>¡NO! ¡NO PUEDO PAGARTE PORQUE ESTOY ATRAPADO EN ESTA COSA, MALDITA SEA!... ¡Y APRENDE BIEN ESPAÑOL, CARAJO!<
¿Estar ahí?...
>¡AQUÍ ESTOY, MALDITA SEA! ¡TIENES LA LLAVE, SIGO AQUÍ! ¡SIRVE PARA ALGO VIEJA DE MIERDA, VIENES SIMPRE PARA CAGARME LA PUTA VIDA COBRANDOME, Y AHORA FINALMENTE PUEDES SERVIR PARA UNA MALDITA COSA, AYUDA!<
Y no se escuchó más…
>¿Hola? ¿Sigues ahí?... No... No te vayas por favor< Empieza a sollozar. >No me dejes... ayúdame<
Las posibilidades poco a poco se agotaban, y la esperanza moría con el pasar de los segundos, los cuales se sentían como horas bajo los pensamientos de un muy desdichado David, al que simplemente le tocaba sumirse en sus pensamientos, esperando que la pérdida de sangre haga su efecto… pero no ocurría, seguía consciente y eso lo desesperaba sobre manera, ya no quería seguir despierto, ya no quería vivir; pero a la vez, la idea de arrancarse parte de sus extremidades para desangrarse y acabar con su sufrimiento le era tan o más aterradora que morir bajo el mandato de esa asquerosa costra.
Y de nuevo escuchó la puerta.
Pero esta vez no se escuchó la voz de la muy odiada Sra. Garrison, sino algo que lo llenó de una esperanza que solo puede encenderse en la mente de un superviviente al encontrar civilización.
¿Amor?... ¿Estás en casa, David?
>¡Dios, mío santísimo, Sofía!... ¡SOFÍA, MI VIDA,  AYÚDAME POR FAVOR, ESTOY AQUÍ, TIENES LA LLAVE, ABRE LA PUERTA!<
¿David, estás..? Voy a entrar.
>SI. ¡SI, MI AMOR, ENTRA POR FAVOR, SÁCAME DE AQUÍ!<
Y la puerta se abre, despidiendo un resplandor que bien podría representar una señal divina; su única salvación estaba en frente ese misericordioso resplandor, vestida exactamente igual al día que fueron a campo, con una ceñida blusa color verde escuro con líneas azules que formaban diseños de grandes cuadros,  y en los cuales se notaba su escultural torso; junto con eso, un short al estilo jean que dejaba al descubierto un bello par de piernas; aunque era un poco robusta y bajita, era lo que le encantaba a David… era su “pastelillo” quien se encontraba abriendo esa puerta, su única esperanza.
David sentía en ese momento que quería abrazarla, besarla, y un impulso enorme por hacerle el amor en ese mismo momento, a su salvadora, a la que vestía lo que a veces parecía su único conjunto, ya que era su favorito y lo usaba casi siempre. Era esta emoción que lo hacía querer desprenderse de ese asiento cueste lo que cueste.
Pero por fin, tenía su escape, la veía en frente, extrañado por la sonrisa que tenía en el rostro a pesar de verlo medio atrapado por aquella cosa.
>¡Por fin, mi amor, ayúdame, pastelillo!< Pensaba con una sonrisa bajo la costra que cubría parcialmente su cara.
Entonces ella, aún con la sonrisa en su ligeramente robusto, pero atractivo rostro, movió sus labios como si estuviera hablando, pero ninguna palabra salía de sus labios, era claro que se articulaban palabras, pero ni siquiera producía un silbido, era solo un espectral y desesperante silencio.
David no se percató de esto y, sumido en sus pensamientos mientras contemplaba aquella hermosa figura, tampoco advirtió que Sofía, ya a una distancia bastante cercana, llevó su mano hacia el rostro del infortunado con un gesto de solemne dulzura, y cuando sus dedos palparon el rostro de su pareja…
De un sobresalto, despertó.
Valla cruel sorpresa aquella. Sumido en el desconcierto por un instante, se sorprendió al notar que aquel resplandor había desaparecido, y con él, la tierna figura de Sofía...
Después de eso, todo cobró sentido para David.
>Un sueño… me quedé dormido, carajo< Pensaba entre ligeros y mudos sollozos. >Dios mío… Sofía, sácame de aquí, te necesito, mi pequeña<
Ya habían pasado cerca tres horas desde aquel maldito sueño (nueve horas y media desde que comenzó el trágico asunto). David se sentía débil, pensó al principio que esto se debía a la falta de sangre y de sueño, pero luego notó que ya no sangraba, la costra se había regenerado en las partes que anteriormente había abierto. Entonces fue cuando se dio cuenta. Era la costra la que lo adormecía, era su presencia en todo el cuerpo que, de alguna manera, segregaba una especie de somnífero o debilitaba sus músculos.
>¿Pero con qué razón haría esto?< Pensó David, sacando hipotéticas conclusiones.
Y fue cuando notó que aquella costra había crecido más de lo que esperaba. Ahora estaba cubriendo parte de su otra pierna, su abdomen  y parte de su pecho, y desgraciadamente, su vista estaba completamente tapada por aquella maliciosa materia. ¿Era esa la razón acaso? Quizá sí. Aquella cosa devoraba a su desdichada víctima mucho más rápido cuando está en un estado de somnolencia profunda. Más claro, duérmete y mueres más rápido.
>No le daré a esta puta cosa lo que quiere, debo mantenerme despierto hasta que llegue alguien para ayudarme<
Cuatro horas más de absoluta obscuridad e inmovilidad, empezaba a cuestionarse cosas para mantenerse despierto, aunque claro, sin poder moverse y sin poder ver nada, esto era bastante difícil.
Pensaba por ejemplo en cómo podía respirar cuando tenía todo el rostro cubierto por esa asquerosa costra. Quizá eso respiraba por él, quizá le gustaba devorar vivas a sus víctimas. También pensaba en cómo reaccionaría Sofía cuando descubra que su novio de hace más de cinco años está siendo tragado sin piedad por una "mancha de grasa en la cocina"
Era todo tan irónico, pero a la vez tan normal, David ya hasta sé conformaba con el hecho de que iba a ser devorado vivo, ya hasta toleraba el ardor que causaba esa costra sobre su piel.
Pero aún pensaba en Sofía, ¿qué pasaría con ella después de esto? ¿Conseguiría a alguien más? Quizá un ex novio, tiene uno que avergonzaría totalmente a David, pero era un patán, cosa que ella no aguantaba en lo absoluto. Claro, que con un poco de incentivo por parte de él, ella podría caer de nuevo...
>Mejor ya no pensar en eso<
Tres horas más y David ya quería que llegara la hora, en definitiva, deseaba con mucha intensidad la muerte.
...
Para ese momento, pensar ya era un tanto difícil. Era como si su cerebro estuviera siendo carcomido lentamente y sin reparo. Estar consiente ya era una tarea sobrehumana.
Entonces, ya con muy pocas partes de su cuerpo libres de aquella abominación... decidió ya no combatir más a la criatura. Esa cosa había ganado.
Decidió dejar que esa criatura lo adormezca. Por lo menos, en su anterior sueño no sufrió dolor alguno y, aunque fuera falsa, le dio una esperanza nueva. Es más, es posible que esa cosa induzca esos bellos sueños... esto quizá porque reduce los latidos cardíacos o algo, ¿quién sabe? Sólo aquel monstruo tenía la respuesta, y jamás lo iba a revelar.
Así que, con esto en mente, David decidió relajarse, ya no pensar. Su mente de pronto quedó en un blanco profundo, salvo por un leve pensamiento que le cruzó por la cabeza en ese preciso instante:
>Muéstrame algo bonito…<
Y dormitó...
...
Llegó el día, Sofía iba a visitar el nuevo apartamento de su novio. Empezó a vestirse, se puso un ceñido pantalón de mezclilla y la blusa roja que David le había regalado para su cumpleaños, lucía un sutil pero revelador escote, ella sabía que a él le gustaba verla así, sabía que el la deseaba... y esto le gustaba sobremanera.
Llamó al taxi y se embarcó. Pensaba todavía en el mensaje que le había dejado a David, él siempre anda con su teléfono, y cuando no, lo revisa en las noches. Pero bueno, eso no le impidió el estar totalmente emocionada por estar a solas con su novio; esto porque los padres de David eran demasiado sobreprotectores, no los dejaba estar solos en ningún momento.
¡Ni loca te dejo sólo con esa niña, la vas a terminar preñando y ahí a quien le toca cuidar de los nietos es a mí! – Había dicho la madre de David la primera vez que habían intentado estar solos en su casa.
Igual, ya nada de esto importaba. Por fin iban a estar solos, todo iba a ser fabuloso.
...
¿David? Soy Sofi, ¿Estás ahí, mi amor?
Nadie respondía, intentó el llamado otra vez. Nadie respondió.
Recordó luego la llave que David le había dado. -Tú sabes que puedes entrar cuando quieras, mi vida. Siempre que quieras entrar, hazlo- Eso fue lo que le dijo David hace poco, se supone que aún se aplica, ¿no?
Entonces, abriendo la puerta con un poco de recelo, sintió en el ambiente un horrible hedor muy parecido al pescado podrido combinado con vinagre y excremento...
Dios mío, ¿qué es esa cosa?...
Y entonces, en el sillón favorito de su novio, en el que David había aprovechado una vez para acariciar sus senos (cosa que ella había disfrutado), observó lo que parecía una gran mancha grasienta con una muy rara forma humanoide y que se extendía hasta el suelo.
Sofía no podía gritar... tampoco podía hablar... esa cosa era tan hipnotizante, que ella apenas dudó en acercase a ese bulto negro  y apestoso.
¿Sofi? ¿Estás ahí, pastelillo? – Escuchó Sofía. La voz era la de David, venía de adentro de aquella porquería sobre el sillón. ¿Pero cómo era posible esto? ¿No estaba David incapacitado mientras se encontraba dentro de esa cosa? Si, lo estaba, pero aquella cosa podía imitarlo a la perfección.
Sí, mi amor, estoy aquí. Te...te voy a sacar de ahí en seguida. Sólo...sólo de un segundo, amor.
No importaba lo difícil que pareciera abrir esa cosa, estaba decidido, Sofía iba a salvar a su novio de aquella cosa que lo mantenía prisionero.
Tomó entonces la parte de la costra que estaba sobre el brazo izquierdo del sillón y tiró de ésta. No era la chica más fuerte de este mundo, pero estaba en buena forma, quizá hasta más que David, cosa que a él en realidad no le molestaba en lo absoluto.
Tiró con toda su fuerza hasta que sintió que una parte de la costra se rompía. Entonces, tomando un poco de aire, tiró de nuevo hasta que clavó sus dedos dentro de aquella cosa y sintió un fluido viscoso que despedía un olor nauseabundo y que  presentaba un color rojo más oscuro que la sangre.
¡Tranquilo, amor! ¡Ya sale!
Y de pronto, sintió como más de aquella costra iba sucumbiendo, cediendo ante  su fuerza. Emocionada, puso aún más esfuerzo a la tarea hasta que poco a poco se iba abriendo.
Desde aquella comisura salía más líquido rojo mientras más se abría. Sofía no se había dado cuenta, pero poco a poco se iba descubriendo lo que parecía una serie de piezas alargadas de color blancuzco. Algo que se veía extrañamente como un esqueleto un tanto carcomido por aquella ácida sustancia.
Todo esto mientras el líquido rojo cubría poco a poco los desnudos brazos de Sofía.

-FIN-