lunes, 19 de enero de 2015

FÁBULA: El pequeño y la muerte

Era una vez, en algún lugar en el espacio y en algún momento en el tiempo, un niño al que le gustaba aventurarse. Tenía apenas trece años, pero su osadía traspasaba la de un adulto con creces.
Cada día era un juego de vida o muerte, y a él le gustaba esto. Subirse a colinas empinadas, nadar en aguas contaminadas, trepar por rejas con protección. Eran el pan de cada día del niño.
−¡Yo nunca moriré! –Exclamaba el pequeño con aires de invencibilidad− Ni que se atreva a venir la muerte, porque se asustará a mi presencia.
Y entonces, en la cúspide de su grandeza, su corazón dio un fuerte retumbo y paró.
Pero, justo en el momento en el que su mente se apagaba y su cuerpo se tumbaba, apareció algo, una especie de forma asimétrica de gran tamaño, negra como la noche y fría como el hielo. En el centro, una máscara típica Kabuki que hacía las veces de cara, la cual, según la posición de esta, parecía cambiar desde una sonrisa a una horrible mueca de odio.
−La muerte –Pensó el niño.
−Verdaderamente –Contestó la sombría figura, leyendo sus ideas.
El pequeño comenzó a llorar, suplicando patéticamente por su vida.
−¿Por qué hace esto, oh grandiosa Muerte? –Preguntaba el niño, con miserable hipocresía− ¿Por qué he de merecer tal pena como es mi existencia interrumpida?
La Muerte lo vio con un gesto inexpresivo, pero con aires de compasión.
−Yo, pequeño, me he sentido insultado por vuestra merced. Proclamando alejarse de mí, mientras que sus acciones demostraban todo lo contrario.
El pequeño empezó a pensar.
−¿Cómo puede, además, alejarse de mí? –Prosiguió la figura− Si yo me encuentro en todas partes, esperando a quien le llegue la hora y así poder darle su merecido.
−No me haga esto, oh magnífico ser. ¡Se lo suplico!
−Vuestra hipocresía es abominable para mí, pero comprendo este estado. Su miedo hacia mí es comprensible, pero no razonable. Verá pues, pequeño niño, la muerte no es algo de qué temer, no es un castigo ni un premio. Simplemente es. Y cierto es que no hay nada más allá que lo pueda lastimar, pero tampoco nada que lo pueda premiar.
−¿Pero por qué ahora? Me falta mucho aún, pues joven soy.
−Para mi llegada y oficio no hay hora ni edad, verá usted. No hay espacio ni tiempo que me detenga ni que me apresure. Pues ni favoritismos ni odios tengo. Indiferencia es a lo que he llegado. Pero me detengo para explicar a las mentes próximas a perecer que no hay nada más allá que pueda representar algo. Este es el fin del camino y eso quiero que se sepa.
−¿No existiré más? –Preguntó el niño, ya más tranquilo.
−¿Importa acaso? Ya no tendrá que preocuparse por detalles. No mientras no haya conciencia que se pueda preocupar, ni cuerpo que usar.

Y, de esta manera, el niño pereció, habiendo aprendido la verdad sobre la muerte.

lunes, 29 de diciembre de 2014

CUENTO: Amanecer


AMANECER


Ok… Estoy escribiendo esto porque… No sé, supongo que quiero dejar alguna especie de registro de esta locura…
Antes les tenía miedo, ¿saben?
Antes tenía miedo de lo que hacen… no es nada bonito y seguro ha de doler. Especialmente si no terminan contigo a tiempo y… te vuelves una de esas cosas.
Antes tenía miedo de morir…
Pero no, ya hace mucho tiempo que el miedo se fue. Pero aún quedan sus… voces, ¿saben?
Solo se la pasan… gimiendo…
Me vuelven loco.
Bueno, quería dejar una especie de “sinopsis” de lo que pasó… por si acaso se lo perdieron jajaj…
Claro, te lo has perdido solo si has estado viviendo bajo una roca estos… cuatro… ¿cinco días?... ya no recuerdo exactamente. Es difícil seguir el tiempo cuando corres por tu vida de unas cosas hambrientas que se ven exactamente como cada persona que alguna vez conociste…
Si, valla vida, ¿eh?
Bueno, no sé cómo les estará yendo a ustedes, oh poderosos supervivientes que encontraron este montón de papeles… Pero, espero que no  les esté yendo tan mal como seguramente me fue a mi si es que no me encuentran… Lo entenderán mejor cuando sigan leyendo.
Basta de darle vueltas al asunto, comencemos con lo que pasó:
Yo estaba en mi hogar cuando ocurrió todo esto. No sé cómo habrá comenzado en algún otro lugar, pero aquí comenzó con el párroco de mi iglesia.
Mi madre es bastante religiosa, así que fue, junto con otros feligreses, a cuidar al padre. Yo me quedé en mi casa junto con mi hermana mayor y, como sabía que mi madre iba a demorar, invité a mi novia a pasar la tarde en mi casa… en mi habitación.
A mi hermana no le importaba en lo absoluto. Es más, ella misma me compró una caja de condones, ella me dijo: “Mi hermano no va a hacer una estupidez y dejarla preñada… solo intenten no hacer mucho ruido, ¿sí?” Y empezamos a reírnos.
Ella siempre ha sido muy abierta en estos temas. Podría jurar que, muy en su interior, mi madre la detesta porque es, básicamente, todo lo que ella detesta: es liberal, atea y muy incrédula. La verdad es que yo iba por el mismo camino.
La admiraba mucho y, aunque nunca lo reconociera en frente de ella ni aunque me pagaran con todo el dinero del mundo, yo la amaba.
Natalia, mi novia, había llegado apenas veinte minutos después de que mi madre saliera de la casa, y diez minutos después de que mi hermana me haya dado el preservativo.
–Los dejaré solos –Dijo mi hermana con una sonrisa mientras cerraba la puerta.
Y… bueno, ¿qué podría decirles? Hablamos mucho, nos besamos, yo comencé a acariciar suavemente cada parte de su cuerpo y… bueno, pasó lo que tenía que pasar.
Fue algo increíble. Yo besaba cada parte de su piel, y ella lanzaba un pequeño gemido reaccionando a cada una de mis acciones. Dios, su cuerpo se veía simplemente excelente. Me enfoqué en sus senos al principio, esa era mi parte favorita de ella. Ya los había acariciado antes, pero nunca mientras ella estaba sobre mí, desnuda. Luego seguí con el resto del cuerpo y… bueno, creo que me emocioné un poco al recordarlo, esta no es la parte importante.
Ambos perdimos la virginidad ese día.
Después de haberlo hecho, nos quedamos recostados durante un tiempo. Conversábamos, nos besábamos. Era todo perfecto…
Hasta que escuchamos lo que, al principio, parecía un estrepitoso trueno, pero que resultó ser simplemente la puerta metálica de mi casa a punto de ser tumbada por los golpes y alaridos de mi madre.
−¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Hijos! –Gritó mi madre con desbordante desesperación.
Escuché la puerta de la habitación de mi hermana abriéndose estrepitosamente y sabía que tenía que sacar a Natalia de ahí antes de que mi madre la viera. Pero claro, también estaba alarmado por la súbita llegada de mi madre y sus gritos de horror.
−Naty, amor, escúchame –Le dije, casi susurrando−, vístete rápido y no salgas de la habitación hasta que yo te lo diga, ¿ok?
−Ok ok, pero me tienes que decir qué le está pasando a tu mamá –Respondió ella mientras se ponía la ropa interior.
A ella le agrada mucho mi madre, y a mi madre le agrada de igual manera Natalia. Aunque esto no siempre ha sido así. Al principio ellas dos se odiaban a muerte. Era el típico caso de la nuera y la suegra peleando por el hijo.
Pero eso cambió el día en que, gracias a Natalia, resulté vivo de un accidente. La verdad es que no recuerdo muy bien cómo fue (y, de hecho, les pedí a todos que no me lo recordaran tampoco) Sólo recuerdo que fue en un bus, creo que se volcó, y ella me agarró en el brazo en el momento justo para no quedar triturado entre las paredes del bus.
Ella estuvo todos los días conmigo en el hospital. Desde ese momento, mi madre le dio el visto bueno.
Como sea… debo dejar de divagar.
Vestido ya, corrí hasta la sala, donde mi madre, una amiga suya y mi hermana estaban conversando de una manera que en realidad me preocupó.
−¿Qué ocurrió, ma? –Le pregunté a mi madre, mientras Naomi, mi hermana, vendaba el brazo de la amiga de mi madre.
−Ay Dios, hijo –Contestó hiperventilándose−, fue horrible. Estábamos atendiendo al Padre y este… murió… o al menos parecía muerto y luego se levantó y empezó a atacarnos. Mordió a Lucrecia y el resto salimos corriendo de ahí… excepto Susana… creo que ella se quedó… oh por Dios, no entiendo nada.
Mi madre se echó a llorar.
Estaba asustado, especialmente porque me negaba a pensar lo peor. Digo, a he visto películas, “El amanecer de los muertos”, “Shaun of the dead”
«Zombis» Fue lo primero que pensé.
Temía especialmente porque había alguien mordido en mi casa… y había un gran riesgo de infección cerca de la iglesia.
Pero luego descarté la idea. «¿Cómo demonios van a ser zombis? Esto no es un guion de George Romero. A la mierda.»
Noté que Natalia nos miraba desde el cuarto. Miré a mi madre, su amiga y mi hermana. Ninguna estaba en condiciones de poner atención a nada. Así que hice un ademán a Natalia para que corriera despacio hasta la puerta de salida y, justo cuando había llegado la abrí, fingiendo una bienvenida para ella.
«Valla convenientemente momento para venir» Hubiera dicho mi madre. Pero estaba completamente distraída como para notar siquiera su presencia.
Bueno. En fin. Calmamos a mi madre y a su a miga y despedimos a la segunda.
Yo tuve que despedir a Natalia. Ella se veía preocupada, creo que también pensaba en lo mismo que yo.
«Zombis»
Esa palabra se repetía en mi cabeza.
Esa noche, Naomi y yo conversamos de cómo fue lo mío con Natalia. Yo le contaba con emoción todo lo que había pasado (sin darle tantos detalles) mientras ella ponía atención a toda palabra que articulaba.
Hasta que mencioné lo de mi madre…
−No has de pensar que se trata de… ya sabes –Me dijo ella, con tono vacilante. Yo me quedé callado.
Pensamos lo mismo.
«O estamos en lo cierto o ambos nos volvimos locos» Pensé.
No sé cómo hice para cambiar el tema, pero lo hice. Dormimos juntos esa noche. A pesar de ser muy unidos, hace tiempo que no lo hacíamos. Me sentí como un niño otra vez.
Nos levantamos a las cuatro de la mañana, con los gritos de mi madre.
Salimos de la habitación entre el sueño y la desesperación, tratando de entender qué pasaba. Encontramos a mi madre luchando con un vecino. Pero éste último no parecía él. Era como si toda su piel haya perdido todo pigmento, salvo por aquellas partes donde la sangre se había esparcido.
Cuando vi el rostro de ese hombre… esos ojos muertos… vi también la confirmación de mis temores y el comienzo de mi pesadilla.
Mi hermana se apresuró y tomó a aquella señora por la espalda. Ella sabía con lo que se metía, pero no podía hacer nada más. La terminó derribando, mientras la mujer trataba de morderla.
Yo ayudé a mi mamá a levantarse y noté algo que me perturbó por un momento y me llevó a una tristeza tan grande como para hacer que casi llorara:
La habían mordido en el brazo.
Mi madre me empezó a contar de cómo ella oyó que tocaban la puerta y que, cuando la abrió, vio desplomada a la señora Carmela (una vecina) y, atrás de ella, el hombre que la había atacado.
Efectivamente, vi el cuerpo de la señora Carmela tendido en el piso, con lo que parecía una mordida justo en su yugular.
«Naomi» Recordé en ese momento. Dejé a mi hermana sola luchando contra ese monstruo. Regresé a ver y, para mi sorpresa y felicidad, ella se encontraba bien. Le había clavado al hombre un pedazo de florero justo en el centro de su cabeza. No volvería de esa.
Pero, de pronto, otro pensamiento vino a mi cabeza, uno que hizo que mi rostro se palideciese más que la del hombre que Naomi había matado… o re-matado.
«Natalia»
Corrí hasta mi habitación y agarré mi teléfono. Casi descargado. Apenas la suficiente batería como para un llamado rápido. Justo lo que necesitaba.
Intenté como cuatro o cinco veces. Nada.
−¡MALDITA SEA! –Grité. Fue con tanta fuerza que sentí mi garganta ardiendo por un momento.
−¡¿Qué ocurre?! –Gritó Naomi. Preocupada de que me hubiera pasado algo.
−No me puedo comunicar con Natalia −Respondí−. Hermana, esto está mal…
−Yo sé, tranquilo. Ella estará bien… solo es cuestión de tiempo para que esto se solucione y puedas verla.
−Supongo que tienes razón…
En mi interior sabía que no la tenía…
Mi madre se puso cada vez peor. Vomitaba y casi no respondía a estímulos. Su piel estaba cada vez más pálida y se formaban coágulos de sangre en los lugares donde se apoyaba… como si su sangre no circulara.
A las cinco de la mañana, mi madre ya estaba muerta…
Las personas fuera de la casa estaban corriendo y gritando por todos lados.
Sabía lo que se venía y Naomi también. Ambos encerramos a mamá en su habitación y comenzamos a llorar.
Recordaba por momentos a Natalia y recobraba mi compostura con un poco de esfuerzo. «Tengo que mantener a Naomi a salvo» Me dije, y para hacer eso tengo que mantenerme fuerte…
Esa fuerza acabó con el primer golpe en la puerta de la habitación. Mamá había despertado.
Naomi empezó a llorar de nuevo, esta vez con más fuerza y agarrándose la cabeza en un intento de despertar de esta pesadilla.
−Yo lo haré –Le dije−, tú mantente alerta por si acaso… por si acaso pasa algo, ¿bien?
−Ten… ten cuidado, por favor –Me dijo entre lágrimas. Por poco me quiebro, pero me mantuve sereno y la abracé.
Agarré la pala que mi madre había puesto la noche anterior en la cocina y fui a su habitación. Mi hermana sostenía un bate con la mano izquierda mientras que, con la otra, sostenía el pomo de la puerta.
−Cuando diga “ahora”, ¿ok? –Le dije mientras sostenía la pala con ambas manos, en una posición de ataque. Naomi asintió.
Aquellos segundos que esperé se me hicieron eternos. Pensé por un momento en Natalia y casi flaqueo… pero me mantuve y lo dije:
−¡Ahora!
Naomi giró el tomo y la vi. Vi a mi madre de una manera que jamás se debería ver a una: Como un monstruo.
No recuerdo muy bien que pasó después, pero sé que le asesté un buen golpe en la cabeza.
Yo me encontraba sentado en uno de los sillones de mi casa, mientras mi hermana estaba en posición fetal en una de los rincones de la sala.
−Naomi… tenemos que… tenemos que buscarla… tenemos que…
−Ahora no –Su mirada había cambiado. No quería saber nada ahora. Quería asimilar lo que estaba pasando y yo la entendía.
Vimos cómo el Sol salía y la gente seguía gritando. La puerta era golpeada fuertemente y sabíamos que se trataba de la señora Carmela.
Noté que la televisión seguía funcionando. Eran las noticias, hablaban de la epidemia y lo llamaron “Amanecer sangriento” ¿Por qué lo llamaron así? Tengo una teoría. Supongo que uno de esos políticos gordos y felices de serlo estaba contemplando todo y, cuando preguntaron cómo llamarle al evento éste respondió: “Amanecer Sangriento… ya saben, por la película El amanecer de los muertos… ¿Zombis? ¿Alguien?” El pobre bastardo lo debió decir en broma y el resto pensó que era buena idea.
Intenté llamar a Natalia otra vez y no funcionó. Esta vez no pude evitar quebrarme. Lloré como un niño y me dejé caer en mi cama. Llegó después mi hermana para darme un tierno y caluroso abraso. Valla que lo necesitaba… ambos lo necesitábamos.
Nos quedamos recostados por un largo rato.
−Sabes que no podemos quedarnos aquí –Le susurré en su oído−, es peligroso.
−Lo entiendo… es mejor que nos vallamos ahora.
Que me maldigan por esa decisión…
No pienso contarles muchos detalles, ¿ok? Eso pasó hace poco y… maldición, aún siento el dolor…
Íbamos de la mano. Como dándonos fuerza entre nosotros. Nuestra principal parada era la casa de Natalia… Era como si esas cosas nos estuvieran esperando. Como si supieran desde un principio que íbamos a salir.
O pasaron ni dos minutos desde que salimos y nos vieron. Comenzamos a correr y a darle en la cabeza a cada uno de ellos. Eran lentos pero simplemente había demasiados. No pudimos con todos… uno de ellos mordió en el hombro a Naomi.
Me tomé un tiempo mientras escribía esto porque comencé a llorar. Recordar sus ojos y notar que ya no la tendría conmigo. Ella lo sabía así que dijo lo único que no quería escuchar en ese momento:
−Tu sigue, yo no podré seguir…
Esas palabras fueron como un puñal al corazón.
−No –Le decía entre lágrimas−. No pienso dejarte aquí, a ti no.
Hubiera preferido que ella me dijera «Quédate a morir conmigo» Eso no hubiera sido tan doloroso.
−Ve por ella –Me dijo mientras se alejaba de mí con una sonrisa y se dirigía hacia esas bestias. No pude mirar cómo era devorada. Ella no gritó para que la tarea se hiciera más sencilla.
No lo fue…
No pude cruzar la calle para llegar a casa de Natalia y mi mundo se derrumbó.
Aquellos zombis habían tapado la única entrada que existía para llegar a esta. Natalia vivía en una casa de playa… o vive en una casa de playa. No lo sé, realmente, no la he visto hasta ahora, pero tampoco tengo muchas esperanzas.
Encontré esta casa abandonada y me puse a llorar. Ya no podía más… mi madre, Naomi y ahora Natalia… ya no.
Ahora estoy escribiendo esto mientras todavía estoy vivo (y cuerdo) con el anhelo de que alguien lo pueda encontrar.
No creo que le sirva de mucho… pero por lo menos sabrán de alguien que también lo intentó, ¿verdad?
Decidí sobrevivir… al menos hasta donde pueda. Mis tres mujeres preferidas en todo este mundo hubieran querido que yo sobreviviera lo más que pueda.
Lo haré por ellas y sólo por ellas…


sábado, 27 de diciembre de 2014

Se me chispoteó...

Siento mucho no haber podido subir la historia que tenía planeada para Navidad.
Tuve que viajar de imprevisto y no estuve en mi casa sino hasta hoy.
Pero las historias, a partir de ahora, seguirán como de costumbre.

martes, 23 de diciembre de 2014

¿Y la historia de ayer?

La pondré simple, estimados amantes del horror...
Ayer estaba muy ocupado porque tengo una vida fuera del blog (aunque no parezca XD) Pues verán, yo trabajo vendiendo dibujos por encargo y uno simplemente me complicó la tarde, así que no pude hacer nada.
Así que preferí simplemente dejar la publicación para esta navidad, ya que irá con ilustración y todo.
... hasta navidad :D