AMOR DE PADRE
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hombre había comenzado a planchar aquella manta que tanto le gustaba. Compartía
la manta con su hijo y esta simplemente lo embelesaba. Una de las razones por
las cuales le gustaba tanto esa manta era porque él mismo la había hecho,
también le había enseñado a su hijo de qué manera la confeccionó.
Recordándole en todo momento que la hizo por él.
Sólo por él.
Desde que su esposa falleció a causa de un despreciable
virus que se había esparcido recientemente, se encargaba de los quehaceres en
la casa, lo cual le molestaba un poco. También tenía que cuidar a su pequeño
hijo de seis años y ese era un trabajo aún más agotador que el empleo que había
conseguido como técnico de computadoras.
Escuchó entonces el rugido del motor perteneciente al
expreso de su hijo.
>¡Llegó mi retoño!< Pensó el, proyectando una ligera
pero perceptible sonrisa de satisfacción en su rostro.
El hombre dejó a un lado la plancha y corrió hacia la puerta
delantera para abrirle la puerta.
El niño se despidió de sus amigos dentro del expreso y le
dio un abrazo a su padre. Por parte del hombre, el abrazo fue cálido y amoroso,
pero por parte del niño era muy diferente.
Había miedo en ese abrazo.
–Adivina qué, mi pequeño. –Dijo el padre con una sonrisa a
su niño. –He planchado nuestra manta favorita.
El pequeño abrió los ojos como platos al escuchar tal
noticia. Era una gran y evidente mueca de impresión y miedo. Parecía que el
niño estaba a punto de llorar.
Quería y podía, pero no debía. No quería alterar a su padre.
Sin respuesta por parte del niño, el hombre corrió hacia el
cuarto donde estaba la manta. La tomó y se la llevó a su hijo.
–Aquí tienes campeón, recién la planché así que está
calientita, como mami, ¿recuerdas? –Dijo el hombre tendiendo la manta en los
hombros del niño, cubriendo su espalada como si de una capa se tratase.
El pequeño no podía dejar de temblar. Aquella manta no le
gustaba en lo absoluto.
Aquella manta que era un montón de retazos desiguales y caóticos.
Aquella manta que tenía un color pálido y una textura
carnosa.
Aquella manta que tenía una pequeña mancha muy parecida a la
marca de nacimiento que su madre tenía en un costado.
Aquella manta que su padre le hizo después de que su madre
falleció.
Aquella manta que él vio a su padre mientras cortaba los
pedazos y drenaba los fluidos.
Aquella manta hecha con la intención de “mantener todo el
calor que una madre puede dar”
Aquella manta que lo crió durante seis años.
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